Capítulo
04: Sombras
Un día
como otro cualquiera amanecía en la ciudad de Agrabah. El sultán se había
retirado para dedicarse a sus juguetes. Mientras, Aladdín y Jasmine se quedaron
con el puesto de la soberanía en la ciudad, contando siempre con la ayuda del genio. Sin embargo, el nuevo sultán
estaba descontento. Añoraba su antigua vida, cuando vivía grandes aventuras y
protegía la ciudad, en lugar de dirigirla. Jasmine se sentía culpable por la
situación de su esposo, ella había sido entrenada desde su nacimiento para
asimilar esa vida, pero estaría dispuesta a renunciar por volver a viajar con
Aladdín.
Un día,
en la sala real, apareció una mujer. Estaba herida y exhausta. Aladdín, Jasmine
y el Genio acudieron rápidamente a atenderla.
Aladdín:
¿Qué le ocurre?
Vanessa:
Me llamo, Vanessa. Por favor, ayudadme, un monstruo ha atacado mi pueblo, en un
oasis cercano. Tenéis que salvarnos.
Los
tres héroes retomaron sus antiguos ropajes y partieron de inmediato.
Genio:
¿Cómo es ese monstruo?¿Tenía los ojos grandes?¿Lanzaba saliva viscosa?¿Llevaba
falda hawaiana?
Vanessa
miraba con desprecio al azulado personaje. Consideraba que era un payaso
patético. De la misma forma, Jasmine, se fijaba molesta en la mujer. La veía
muy sospechosa, como si no fuese a ocurrirles algo malo. Por su parte, Aladdín,
sólo podía fijarse en una cosa: las calles de Agrabah estaban vacías.
Normalmente, a esa hora, la ciudad estaría llena de comerciantes y compradores,
pero ese día, no había ni un alma, aunque los puestos estaban en su sitio.
Ante la
ausencia de su hija y su yerno, el sultán, volvió a ocupar su puesto
temporalmente dirigiendo la ciudad, en compañía de Abú y Rajah. De pronto, una
oscura sombra apareció en el salón real. No podían creerlo.
Sultán:
¡Jafar, estás vivo!
El
malvado hechicero volvió a levantar el humo y se llevó al sultán, Abú y Rajah.
Pero... ¿A dónde?
Anochecía
en la ciudad de París. Quasimodo y Esmeralda disfrutaban de las maravillosas
vistas de crepúsculo que ofrecía el campanario de Notre Dame.
Finalmente,
la noche inundó toda la ciudad, Esmeralda debía regresar a su nuevo hogar,
felizmente casada con Phoebus.
Esmeralda:
Nos vemos mañana, recuerda no retrasarte.
Quasimodo:
(tartamudeando) De acuerdo, nos vemos. Adiós.
Quasimodo
regresó a su habitación, rodeado de sus fieles gárgolas. Se suponía que tendría
que verse feliz, pero estaba muy deprimido.
Quasimodo:
Yo... Sólo estoy un poco cansado, no pasa nada.
Hugo:
Eh, tranquilo hombre, recuerda que ahora tienes muchos amigos. ¡Eres el héroe
de la ciudad!
Víctor:
Recuerda que la fiesta que organizará Clopín mañana es en tu honor.
Quasimodo:
Sí, estoy muy contento de que mi vida haya mejorado, pero hay un precio que he
tenido que pagar.
Las
gárgolas: ¿Cuál?
Quasimodo:
Mi maestro, Frollo.
Hugo:
¡Por no hablar de sus deseos sexuales con Esmeralda! Si no perdía el tiempo el
hombre...
Quasimodo:
Sé lo que hizo, pero no por ello deja de ser el hombre que me crió, no lo
entiendo, pero algo me ata a sentirme culpable por matarlo.
De
todas formas, las gárgolas le convencieron de que no pensara en eso, una fiesta
en su honor no era algo que se repitiera todos los días.
Ál día siguiente, en la fiesta, Quasimodo,
Esmeralda y Phoebus acudieron a la llamada de Clopín y subieron al escenario
para mostrar a todo París, a lo héroes que la salvaron.
Todos
se fijaron en el valiente grupo. Incluida, una sombra extraña que tenía muy
claro su objetivo: Eliminarlos.
CONTINUARÁ
Ahora tengo que deciros algo fuera de la serie.
Ahora empiezo los exámenes de evaluación, por lo que voy a desatender al blog hasta que termine. Me temo que tendremos que despedirnos durante un mes. Pero tranquilos, tan pronto como acabe, volveré con más Dimensiones Malditas, más Ranking de películas Disney (que lo tengo un poco olvidado) y muchas más sorpresas nuevas.